Mis sentimientos se están marchitando. Aunque recién comienza la primavera. Los miro, caóticos, cómo el amor se funde con el odio, con la tristeza, con la rabia, se diluye con mi dolor, y finalmente me quiebra.
Por primera vez, el final de un amor lo siento como desolador y sin energía. Y a pesar de tanto tiempo, siento que podría olvidarte en un abrir y cerrar de ojos, porque el daño y las sensaciones negativas que me diste pesaron más. Y ya viví lo más triste de esto.
Y ahora, me pongo en este lugar y solo siento el vacío, y que todo ese caos que sentí hace años ya me abandonó, ni siquiera me quedan lágrimas que darte. Eres un muerto que lloré en vida. Y ahora sobre su cadáver me es imposible llorar. Siento incluso el desagrado de la putrefacción y solo quiero que se aleje de mi lo más rápido posible, para no contaminarme con lo nauseabundo de la imagen.
En esto me ayuda mucho tu frialdad, ¿o es que será que tú ya congelaste el cadáver porque sentiste las náuseas antes? Como siempre, fui más lenta y sentimental. Pero a pesar de sentir tanto por ti, no me salvé de tu severidad.
Veo cómo te vas, y no puedo detenerte. No quiero detenerte. Esa parte de mí que siempre te quería de vuelta se hace pequeña en mi interior, porque tú me hacías pequeña cada vez. Ínfima y miserable. Ínfima eterna.
Ya no sé lo que siento, y solo intento no sentir.
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